Mi querida Big-Bang:

Sostiene mi amiga C. que a estas alturas sólo interesa tener novios que desgraven.
O sea, que puedas aparcarlos en los parking para discapacitados sentimentales
que se multiplican por las aceras de las ciudades. Antes de que se me perpetúe
el tono NODO y me salga el tic costumbrista añadiré que cada vez que cojo el
coche con J. , ese hombre que lejos de desgravar viene con prima extra de serie,
tenemos dificultades para aparcar y nos entra un resentimiento tiñoso contra los
que tienen la plaza asegurada con el consabido simbolillo de la silla de ruedas: “Ya
podías ser coja, que lo tuyo no salta a la vista”, me dice en un arrebato romántico
de esos que me ponen toda loca, y yo activo el GPS en un intento desesperado por
no empotrarnos en una zona azul con peligro de multa y desamparo.

La cosa es que el regodeo en la desdicha me produce urticaria de toda la vida. Hay
personas que a la que te descuidas te sacan una enfermedad a relucir, cuando no
una tara de esas que no ampara la ley de Bibiana Aído. Se llama calimerismo, una
variedad de la autocompasión pasada por el tamiz del vademécum y fruto de un
cursillo acelerado en las consultas de la Seguridad Social. Quejarse, digo yo, es muyde clase baja. Y altamente contaminante, por lo que estoy por proponerle a Al Gore
que incluya el lamento en la lista de tóxicos que amenazan la frágil estabilidad del
planeta verde.

Tampoco vayas a creer que una es muy sufrida, qué va. Pero nada que no cure un
menú a base de foie, cochinillo deshuesado en su costra y vino rico en un marco
incomparable, que dirían los redichos. A mí los dolores se me van con alcohol y
sexo, además de con una buena rascada a la VISA Oro. Dirás que eso es muy FalconCrest, pero una es hija de su tiempo y de esas series sesudas que poblaron nuestro
imaginario de tullidos psicológicos con hombreras sobredimensionadas. Además,
dime en qué capítulo viste quejarse a Lorenzo Lamas de su úlcera o a Sue Ellen de
lo suyo en el hígado…

Te dejo, que se está quedando una plaza libre y los calimeros andan al acecho.
Recuérdame que mañana te cuente lo de mis desmayos preysler o el lupus que
amenaza con arrinconarme en un parking para autoinmunes miopes. Lo mismo le
acabo de dar una gran idea a mi alcalde, ese discapacitado municipal…