Mr&Mrs Romney

Yo de mayor quiero ser esposa de líder republicano. Renunciar a todo por mi marido mormón y salvar América mientras salvo a mi familia de los escollos de la vida disipada. Me parece que una mujer no se realiza -qué gran verbo- si no muestra una batería de gestos de sacrificio, sumisión y magdalenas humeantes en el horno.

Es duro levantarse y comprobar en los periódicos que esa mujer, Anne Romney, es noticia por su renuncia a su propia identidad. Por ser “el bálsamo” -lo juro, lo pone- que calma las irritaciones a su marido. Su currículum dice que estudió en francés, que ha sido amazona profesional y que tiene esclerosis múltiple diagnosticada. Y es rubia, porque así deben serlo las aspirantes conservadoras a cualquier trono que se precie (y algunas demócratas, vive dios).

Ser esposa de republicano, mi sueño, implica caer en un gazpacho de términos que riman con la abnegación. Cumplir con el débito matrimonial los sábados y fiestas de guardar, mientras  los Obama follan día sí, día también. Ir al servicio religioso de la mano con tus cinco hijos como cinco estandartes medievales y participar en las charities para recaudar fondos a favor de la lucha por las víctimas del huracán Isaac, ¿un castigo divino, una señal del cielo que pide cambios inmediatos y mujeres en casa con la nevera llena?

El hombre de mi vida republicana sabrá cerrarme la boca con dulzura. Me indicará con un gesto que queme los zapatos de tacón de más de cuatro centímetros. Que organice un holocausto con los autores malditos de mi biblioteca. Exiliará mi lencería más sexy al país de nunca jamás, borrará de mi agenda los teléfonos de mis compañeros de gin tonic y cine de autor, saboteará mi diccionario personal y querrá que las Chukis vistan a conjunto y vayan bien peinadas por una vez en su vida. Y todo lo hará por amor, por mi bien, para salvar la patria y de paso regar nuestro jardín de flores importadas de Extremo Oriente. Y yo lo recibiré cada noche con una sonrisa y mi mejor cardado, mientras suela de fondo “Edelweiss, Edelweiss”.

Me parece que la influencia de Mad Men ha llegado demasiado lejos. Su estética cautivadora, el frufrú de las faldas esvasé, la delicadeza de esas cinturas de avispa y las barbacoas al atardecer nos pintan un mundo aspiracional recuperado por mentes tan perversas como hábiles a mayor gloria de la televisión. América sigue siendo un ejemplo aspiracional para la sufrida Europa, acomplejada por los rescates y sus enclenques  líderes vapuleados.  Y esa mujer, Mrs.Romney, es una nueva Nancy Reagan en versión descafeinada. Una jaca mal vestida que terminará en la portada de alguna revista femenina que no sea VOGUE (Anne Wintour ya ha apostado por Michelle y esa mujer no retrocede de sus posiciones ni para tomar impulso).

En tiempo de crisis los valores ultraconservadores se refuerzan. Avisadas quedáis, mujeres. Yo, por mi parte, busco a Jacks. Mi Romney, mi destino. Dios salve a América, los pancakes y las series HBO llenas de estereotipos tentadores.

Abnegadas del mundo, ¡uníos! Y encended los hornos, que es la hora de las magdalenas.

PD. El video que cuelgo hoy no pega ni con cola, pero hace tiempo que tenía ganas de incorporarlo. Los dúos incestuosos me ponen toda loca. Sí, a las republicanas nos dan ramalazos…