Farinelli

Pensé que los eunucos se habían extinguido como en su día lo hicieron los dinosaurios, el amor cortés o las cintas de video.

Hasta anoche,  cuando escuché a uno a un pequeño teatro del siglo XVIII que parece de juguete y que te translada de inmediato a otro tiempo. El programa, grounds &ostinati barrocos. Esas fórmulas musicales con las que los castrati enmudecían al público con la agudeza de sus voces sin hormonas.  La retórica musical puesta al servicio de la exaltación de un sentimiento obstinado. El del sexo que ya no desea, pero siente con tanta pasión que duele y cuando se termina deja una cuerda vibrante como la de un violín.

Purcell

Mi curiosidad por el eunuco era más zoológica que intelectual, debo reconocer. Me senté, miré y remiré el programa ansiosa porque se apagaran las luces. Entonces entró él y con él su músico empuñando la guitarra barroca. Se hizo silencio y arrancó Here the Deitie´s de Purcell. Cerré los ojos y no sabía si me cantaba un hombre o una mujer. Pero daba lo mismo porque era el desgarro y el espíritu. Unos agudos imposibles en un varón que seguían una melodía que hablaba de la pérdida, de dios, de la fe justo antes de la muerte. Sentí que el contratenor es un médium invadido por ellos o por ellas, según la caprichosa curva de un acorde profundo como la fe que los que tienen fe.

Debo añadir que el tipo era delgado, de unos cuarenta que podrían ser cincuenta, traje oscuro, corbata roja y porte británico, aunque español. En el descanso, mientras su compañero tocaba la tiorba con sumo virtuosismo, pensé cuál sería la voz del castrati sin imposturas. Y no tuve que esperar demasiado,  sólo a Scarlatti, a Ferrari y a Monteverdi. Porque cuando los hubo ejecutado se dirigió al público y nos envolvió con una voz varonil y sentida para explicarnos la emoción de un autor que murió en la cárcel y que se comparaba con un gusano ante dios y ante la clarividencia de su fin. Fue emocionante, mucho. Salí contrita y barroca.

Hay pasiones que no están ligadas al sexo pero se viven con idéntica intensidad. A veces somos castrati sin partitura y se nos olvida sentir dejándonos llevar. Me atraen poderosamente los estados intermedios. Los hombres no tan masculinos, las mujeres rotundas. La música, ambigua y desesperada. La creación sin trabas ni encomiendas. Ese misticismo que irrumpe en soledad y no se explica. La castración de expectativas, la exaltación en fa menor.

A veces la música debería ahogar las palabras. A veces un eunuco debe iniciarte en el amor. Y dejar que esas notas unisex se las lleve el viento huracanado de un día de intuición y desarraigo.